Un día me encontraba haciendo mis notas en
el centro de inteligencia de medicina interna (suena más interesante que decir
el stant de computadores aburridísimo del quinto piso) cuando nos llegaron los
familiares de una paciente en cuidado paliativo a nuestro cargo. Esta paciente tenía
una gran masa en el seno la cual se había ulcerado e infectado, dándole al
diario color violáceo de su piel, un tinte mas rojo y sucio. Me abstendré de describir en detalle el seno
de esta mujer, pero debo decir que su visión era impactante, era
casi irreal ver como el resto de su piel evocaba vida mientras que esa
sección solo hacía pensar en muerte, como si fuera otro cuerpo , otro ente otro
ser.
Tal seria el estado que discutíamos con
varios compañeros porque no se lo quitaban y nuestros ya amansados y lógicos
tutores nos respondieron: porque no es curativo.
Los más jóvenes aun capaces de concebir una
realidad fuera del sistema de salud y sin el sesgo laboral de sus reglas
opinábamos e contra de eso.
Lo
que más nos impresionaba era el dolor psicológico por el que esta mujer debería
estar pasando. Tratábamos de hacernos a la idea de lo quesería despertarse cada
mañana , caminar hacia el baño , retirarte la camisa y ver una parte de tu
cuerpo corroída por la enfermedad , tener ante tus ojos esa lesión y decirte a
ti mismo : “me estoy pudriendo”.
¿No es curativo? Qué clase de respuesta es
esa, no estamos hablando de un cáncer del colon del que la verdad hay paciente
que incluso desconocen tienen, estamos hablando de algo que día a día le
recuerda su enfermedad a la paciente y que puede realmente lastimarla. Una
desconfiguracion de su yo corpóreo que
es lo que realmente es incurable. Muchos
pacientes sienten en esta enfermedad una limitación a su vida, creen que es una
etiqueta que los hace diferentes y les quita el derecho a la esperanza de vida.
Pues bien, tratemos de pensar que pasara cuando un siente ve y huele que su
propia carne esta pasando por un proceso de destrucción y que día a día
mirándote al espejo te das cuenta de eso, de que tu cuerpo ya no vale nada y es
solo un bocadillo para diferentes microorganismos que te ponen al mismo nivel
de un cadáver con respiración presente.
Temo haberme desviado del tema principal,
pero creo que era necesario dar un contexto al verdadero episodio el cual le da
el nombre a este escrito.
Los familiares que se acercaron al stant
venían a recoger un frasco de morfina para aplicárselo a la paciente en la casa,
pues era la única manera de manejar su dolor diario.
Yo me quede mirando ese pequeño frasquito
de color mercurio que sería el sueño de varios adictos a la heroína y me
parecía increíble como algo tan parecido al agua pudiera ser la esperanza de
tanta gente. – recuerden no excederse de la dosis y si se pone mala o rara
tráiganla de nuevo-les recordó la jefe de enfermería. Ellos asintieron con la
cabeza sin embargo preguntaron exactamente de que debían estar pendientes. – si
respira mal tráiganla porque puede dejar de hacerlo- de nuevo asintieron con la cabeza y se
retiraron del stant sin preguntar nada más.
En ese momento me voltee y le pregunte a mí
residente: - hay alguna manera de detectar una sobredosis de morfina post mortem-
-sí, les ponen una sonda vesical y les
hacen pruebas de reacción en la orina, así la detectan- luego de eso continuo
escribiendo en su teclado.
El fin de mi pregunta (para los que
consideren intenciones homicidas) era saber que tan expuestos estaban los
familiares a ser encarcelados en caso de decidir tomar una decisión que
aparentemente a nosotros nos cuesta tanto. Me preguntaba lo difícil y doloroso
que debe ser mirar con impotencia como tu familiar, tu ser querido, al que
antes veías sonreír; retorcerse de dolor cono una serpiente en sus sabanas tratando de seducir al dolor. Y aun peor, lo
difícil que debe ser saber que tienes en tu bolsillo, un líquido alquímico
mágico que lo libraría de todos los sufrimientos de esta vida sin dolor, sin pena,
sin saberlo. Todos tenemos un límite, y nuestros preceptos morales van
cambiando o más bien adaptándose a lo que nos enseña la vida, a las
adversidades que debemos enfrentarnos. Tal vez sea muy sencillo decir ahora en
un punto aislado de la vida decir no a estos actos pero, cuando los gritos estén
taladrando los oídos y la frase “quiero morir” los estalle, que dirección se tomara,
que se decidirá. Por eso compadezco a estas familias que deben ver a los que
aman sufrir y deben enfrentarse a la
tentación del frasco de Morfeo
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