jueves, 21 de noviembre de 2013

.....compadezco a estas familias que deben ver a los que aman sufrir y deben enfrentarse a la tentación del frasco de Morfeo


Un día me encontraba haciendo mis notas en el centro de inteligencia de medicina interna (suena más interesante que decir el stant de computadores aburridísimo del quinto piso) cuando nos llegaron los familiares de una paciente en cuidado paliativo a nuestro cargo. Esta paciente tenía una gran masa en el seno la cual se había ulcerado e infectado, dándole al diario color violáceo de su piel, un tinte mas rojo y sucio.  Me abstendré de describir en detalle el seno de esta mujer, pero debo decir que su visión era impactante,  era  casi irreal ver como el resto de su piel evocaba vida mientras que esa sección solo hacía pensar en muerte, como si fuera otro cuerpo , otro ente otro ser.
Tal seria el estado que discutíamos con varios compañeros porque no se lo quitaban y nuestros ya amansados y lógicos tutores nos respondieron: porque no es curativo.
Los más jóvenes aun capaces de concebir una realidad fuera del sistema de salud y sin el sesgo laboral de sus reglas opinábamos e contra de eso.
 Lo que más nos impresionaba era el dolor psicológico por el que esta mujer debería estar pasando. Tratábamos de hacernos a la idea de lo quesería despertarse cada mañana , caminar hacia el baño , retirarte la camisa y ver una parte de tu cuerpo corroída por la enfermedad , tener ante tus ojos esa lesión y decirte a ti mismo : “me estoy pudriendo”.
¿No es curativo? Qué clase de respuesta es esa, no estamos hablando de un cáncer del colon del que la verdad hay paciente que incluso desconocen tienen, estamos hablando de algo que día a día le recuerda su enfermedad a la paciente y que puede realmente lastimarla. Una desconfiguracion de su yo corpóreo  que es lo que realmente es incurable.  Muchos pacientes sienten en esta enfermedad una limitación a su vida, creen que es una etiqueta que los hace diferentes y les quita el derecho a la esperanza de vida. Pues bien, tratemos de pensar que pasara cuando un siente ve y huele que su propia carne esta pasando por un proceso de destrucción y que día a día mirándote al espejo te das cuenta de eso, de que tu cuerpo ya no vale nada y es solo un bocadillo para diferentes microorganismos que te ponen al mismo nivel de un cadáver con respiración presente.
Temo haberme desviado del tema principal, pero creo que era necesario dar un contexto al verdadero episodio el cual le da el nombre a este escrito.
Los familiares que se acercaron al stant venían a recoger un frasco de morfina para aplicárselo a la paciente en la casa, pues era la única manera de manejar su dolor diario.
Yo me quede mirando ese pequeño frasquito de color mercurio que sería el sueño de varios adictos a la heroína y me parecía increíble como algo tan parecido al agua pudiera ser la esperanza de tanta gente. – recuerden no excederse de la dosis y si se pone mala o rara tráiganla de nuevo-les recordó la jefe de enfermería. Ellos asintieron con la cabeza sin embargo preguntaron exactamente de que debían estar pendientes. – si respira mal tráiganla porque puede dejar de hacerlo-  de nuevo asintieron con la cabeza y se retiraron del stant sin preguntar nada más.
En ese momento me voltee y le pregunte a mí residente: - hay alguna manera de detectar una sobredosis de  morfina post mortem-
-sí, les ponen una sonda vesical y les hacen pruebas de reacción en la orina, así la detectan- luego de eso continuo escribiendo en su teclado.

El fin de mi pregunta (para los que consideren intenciones homicidas) era saber que tan expuestos estaban los familiares a ser encarcelados en caso de decidir tomar una decisión que aparentemente a nosotros nos cuesta tanto. Me preguntaba lo difícil y doloroso que debe ser mirar con impotencia como tu familiar, tu ser querido, al que antes veías sonreír; retorcerse de dolor cono una serpiente en sus sabanas  tratando de seducir al dolor. Y aun peor, lo difícil que debe ser saber que tienes en tu bolsillo, un líquido alquímico mágico que lo libraría de todos los sufrimientos de esta vida sin dolor, sin pena, sin saberlo. Todos tenemos un límite, y nuestros preceptos morales van cambiando o más bien adaptándose a lo que nos enseña la vida, a las adversidades que debemos enfrentarnos. Tal vez sea muy sencillo decir ahora en un punto aislado de la vida decir no a estos actos pero, cuando los gritos estén taladrando los oídos y la frase “quiero morir” los estalle, que dirección se tomara, que se decidirá. Por eso compadezco a estas familias que deben ver a los que aman sufrir  y deben enfrentarse a la tentación del  frasco de Morfeo    

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